Resumen
Los plaguicidas, de uso extensivo en la agricultura, se utilizan en todo el mundo para el control de plagas y de los vectores transmisores de enfermedades que afectan el hombre y a los animales; y ocupan un importante lugar dentro de las sustancias a las que el hombre está expuesto. Desde los años 70, se reportan datos sobre el impacto ambiental, en los alimentos y en la salud humana en el país. Argentina es un país productor agrícola de importancia, lo que trae aparejado la aplicación de significativas cantidades de plaguicidas que impactan sobre la calidad del ambiente. Un cambio agrario importante ocurrido en los últimos años fue la introducción de la soja transgénica resistente al glifosato en Argentina, lo que trajo un aumento notable en el rendimiento de las cosechas y de las superficies sembradas, pero que ha generado un crecimiento considerable del uso de un paquete tecnológico basado en la utilización de semillas modificadas genéticamente, herbicida glifosato y otros insecticidas, como endosulfán, clorpirifos y piretroides. Los resultados de investigaciones realizadas recientemente no dejan dudas sobre el posible riesgo de contaminación, ya sea por deriva durante la aplicación de plaguicidas o por los flujos de lixiviación, lo que genera posibles riesgos para la biota acuática y los seres humanos, especialmente por los plaguicidas cipermetrina, clorpirifos, endosulfán y el glifosato. Mientras los plaguicidas organofosforados (POF) provocan alteraciones neuro-conductuales en humanos jóvenes, los niveles de los biomarcadores de exposición a plaguicidas organoclorados (POC), en medios biológicos humanos expuestos ambientalmente, tienden a disminuir, probablemente debido a las prohibiciones y las restricciones de su empleo. Paralelamente, los resultados de investigaciones sobre probables efectos citotóxicos y genotóxicos del glifosato resultan preocupantes, ya que implicarían un riesgo potencial para la salud humana y el ambiente.